PEDRO CALVO HERNANDO 23 MAR 1983
Los Chunguitos están de gira. A lo largo de toda la semana, y en colaboración con juntas municipales y asociaciones de vecinos, visitarán en esta turné popular -el espectáculo es gratuito- los madrileños barrios de Carabanchel, San Bias, Vallecas, cerrando en el corazón castizo de Malasaña. Una ocurrente y agradable manera de promocionar su reciente disco Callejón sin salida.En Villaverde Alto, ante varios miles de ciudadanos, este trío de hermanos inició su periplo tan humano de la periferia al centro. Su música racial despertó esa gota de sangre gitana que todos llevamos dentro. Regalaron canciones a un público solidario -familias enteras con montones de niños- que tarareaba, daba palmas y se soltaba el pelo, bailando unas historias que reconocía como propias. Historias sencillas y duras. Siempre las mismas historias. Siempre metidos en esa misma pena que ellos cantan.
Se les ve alegres, joviales. Y se comprende que sólo con tantas ganas de vivir sea posible ponerle ritmo y poesía a esas crónicas de la desesperación de una humanidad condenada: Perros callejeros; Deprisa, deprisa. Ellos le ponen música a los sentimientos de un pueblo, el nuestro, que sufre y busca consuelo. Un pueblo que algunas veces pisa la raya del delito porque, irremediablemente, la vida es lo más grande.
Alegría y tragedia
Los Chunguitos son alegres, y sus canciones, trágicas. Quieren comunicar con la gente. Su gente, que cuenta con los dedos los instantes que fue feliz. Los Chunguitos están llenos de ternura. Un don hermoso que hace milagros. Su arte toca en el alma y el público lo agradece con un poco de alegría. Y al hilo de esa pena compartida se desata una fiesta enorme que se llama comunicación.El pueblo de Villaverde así lo entendió. Y se divirtió cuanto pudo, a pesar de un sonido inmerecidamente deslucido. A pesar de los rigores de esta terca y reseca primavera. "Que venga la lluvia de la India", clamaron Los Chunguitos. Y la lluvia no vino. Sin embargo, los niños, que disfrutaban a lo grande, cayeron como una tromba incontenible. El espectáculo acabó con una chiquillería trepada al escenario que no paraba de bailar. Y Los Chunguitos desaparecieron, evaporados en un paisaje de chavalíllos reidores. "¡Ay qué dolor, qué dolor, qué dolor!...".
Los Chunguitos están de gira. A lo largo de toda la semana, y en colaboración con juntas municipales y asociaciones de vecinos, visitarán en esta turné popular -el espectáculo es gratuito- los madrileños barrios de Carabanchel, San Bias, Vallecas, cerrando en el corazón castizo de Malasaña. Una ocurrente y agradable manera de promocionar su reciente disco Callejón sin salida.En Villaverde Alto, ante varios miles de ciudadanos, este trío de hermanos inició su periplo tan humano de la periferia al centro. Su música racial despertó esa gota de sangre gitana que todos llevamos dentro. Regalaron canciones a un público solidario -familias enteras con montones de niños- que tarareaba, daba palmas y se soltaba el pelo, bailando unas historias que reconocía como propias. Historias sencillas y duras. Siempre las mismas historias. Siempre metidos en esa misma pena que ellos cantan.
Se les ve alegres, joviales. Y se comprende que sólo con tantas ganas de vivir sea posible ponerle ritmo y poesía a esas crónicas de la desesperación de una humanidad condenada: Perros callejeros; Deprisa, deprisa. Ellos le ponen música a los sentimientos de un pueblo, el nuestro, que sufre y busca consuelo. Un pueblo que algunas veces pisa la raya del delito porque, irremediablemente, la vida es lo más grande.
Alegría y tragedia
Los Chunguitos son alegres, y sus canciones, trágicas. Quieren comunicar con la gente. Su gente, que cuenta con los dedos los instantes que fue feliz. Los Chunguitos están llenos de ternura. Un don hermoso que hace milagros. Su arte toca en el alma y el público lo agradece con un poco de alegría. Y al hilo de esa pena compartida se desata una fiesta enorme que se llama comunicación.El pueblo de Villaverde así lo entendió. Y se divirtió cuanto pudo, a pesar de un sonido inmerecidamente deslucido. A pesar de los rigores de esta terca y reseca primavera. "Que venga la lluvia de la India", clamaron Los Chunguitos. Y la lluvia no vino. Sin embargo, los niños, que disfrutaban a lo grande, cayeron como una tromba incontenible. El espectáculo acabó con una chiquillería trepada al escenario que no paraba de bailar. Y Los Chunguitos desaparecieron, evaporados en un paisaje de chavalíllos reidores. "¡Ay qué dolor, qué dolor, qué dolor!...".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario