Si se les da a elegir entre tú o la gloria, o se les da a elegir un estudio de grabación, Los Chunguitos se lo buscan cerca del barrio, a unos metros del Puente de Vallecas, en pleno «Oasis», que ese refrescante nombre y en ese rumbero lugar, un recoleto estudio de grabación, lleva metidos unos cuantos días el trío madrileño dándole forma al que será su nuevo disco, «Abre tu corazón». Un álbum en el que han echado mano de unos cuantos amigos, como Manolo España, de La Guardia; Melendi, que ha dejado por unos momentos de dar la vuelta a España a la sombra de su «Luna llena»; José María Casañ, de Seguridad Social (y su «Chiquilla»), Danza Invisible, El Bicho... y alguno al que se le espera, como Sabina que se han interesado telefónicamente por el proyecto.
Un estudio de grabación es uno de esos extraños lugares donde se fuma («Dame veneno, dame veneno»), y donde los músicos se sienten, casi, casi, como en casa. Un lugar donde el productor y el técnico se aplican tanto con la mesa de mezclas como con la oreja, con los ordenadores como con la intuición. Juan, José y Manuel rodean a Melendi («Porque te quiero dibujar, desnuda en el firmamento..."), se baten palmas, los oles retumban contra los muros insonorizados, «agüita, agüita», jalea Juan, «que me falta un cable, que me falta la hembra» (carcajadas) grita el primo Manuel... Esto sí que es buen rollito, y talante, como el de Juan, que sentado en el sofá, parece un patriarca, a pesar de sus buenas tundas en el gimnasio. «Hemos pasado muchas fatiguitas, hemos puesto el plato en el suelo...», explican. Quizá por eso, ahora disfrutan a manos y sonrisas llenas. Están atentos a todo. Tararean, ensayan, ríen, preguntan qué toca a continuación. «Pues hala, p´adentro». «Esperar, esperar: "Manuel que te llama tu mujer"». La calle es suya.
Ha llegado el momento de tomarse un descanso, Los Chunguitos llevan aquí todo el día. «Es muy bonito, no es como picar, desde luego, pero cansa», comenta el propio Manuel. Pero no hace falta irse al Palace para hacer un receso. Les vale con el famoso bar de la esquina. Mientras intercambian opiniones sobre cuál podría ser el primer sencillo -««Sin documentos» (Los Rodríguez) ha quedado preciosa»», cuentan-.Juan sigue con la cocacola, José tira para el cafelito y Manuel con un vaso (vasazo) de leche («¿Adónde vas con tanta leche», sus primos se parten), y los dos se aplican a la bollería industrial: unas magdalenas. Que no se apuren, de regreso al estudio les espera un plato consistente: El Bicho, que Los Chunguitos tampoco le tienen miedo a hiphopear. «Yo rapeo que te c...», apunta José, ante el espectáculo de estos jóvenes (dos generaciones: del corte a navaja a las rastas, de la rumba callejera a los rapsodas del barrio), y su desparpajo con el lenguaje. «Si tu corazón me dijera que sí... Loca locura». Hay palmas, asombro, feeling que se dice. Juan, José y Manuel escuchan con los ojos cerrados. Más o menos como entonces, en 1981, hacía media España (por lo menos): «Si me das a elegir entre tú y mis ideas/que yo sin ellas soy un hombre perdido/.¡Ay amor! Me quedo contigo». En el Puente de Vallecas, por ejemplo.
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